En la penumbra de la sacristía de la Santa Cruz de Coimbra, mirando el cuadro de Vasco Fernándes, ella coge mi mano y dice que el don de lenguas no fue más que un simple prodigio. Que el verdadero milagro consistió en que los apóstoles salieron, hablaron al corazón de la gente, y la gente entendió.

RICARDO REIS