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A punto de cumplir un año desde que comenzó este blog, ya hemos superado las 50.000 visitas. Muchas gracias a todos.

Ojalá que quienes hayáis pasado por aquí hayáis encontrado un momento para la reflexión, la meditación o la oración. Deseo que dure mucho tiempo gracias a vuestro interés este humilde «apostolado» en la red.

A todos, especialmente a los «incondicionales», MUCHAS GRACIAS y que Dios os siga bendiciendo la vida.

¡Paz para todos!

Y entonces vio la luz.

La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.

Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.

Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;

tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura.

  José Luis Martín Descalzo

«Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? El primero, le dicen».

El hijo de la parábola que dice «sí» pero no lo hace representa a aquellos que conocían a Dios y seguían su ley, pero después en su actuación práctica, cuando se trataba de acoger a Cristo que era «el fin de la ley», se echaron atrás. El hijo que dice no y hace sí representa a aquellos que en un tiempo vivían fuera de la Ley y de la voluntad de Dios, pero después, ante Jesús, se han arrepentido y han acogido en Evangelio. De aquí la conclusión que Jesús pone ante «los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo»: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios».

Ningún dicho de Cristo ha sido más manipulado que éste. Se ha acabado por crear a veces una especie de aura evangélica en torno a la categoría de las prostitutas, idealizándolas y oponiéndolas a los llamados «bienpensantes», que serían todos los demás, indistintamente, escribas y fariseos hipócritas. La literatura está llena de prostitutas «buenas». ¡Baste pensar en la Traviata de Verdi, o en la humilde Sonia de Crimen y castigo de Dostoyewski!

Pero esto es un terrible malentendido. Jesús pone un caso límite, como diciendo: «incluso las prostitutas –y es mucho decir– os precederán en el reino de Dios». La prostitución es vista con toda su seriedad, y tomada como término de comparación para establecer la gravedad del pecado de quien rechaza obstinadamente la verdad.

Hay que darse cuenta, además, de que idealizando la categoría de las prostitutas, se suele idealizar también la de los publicanos, que siempre la acompaña el Evangelio; es decir, los usureros. Si Jesús acerca entre ellas estas dos categorías no es, por otro lado, sin un motivo: unos y otras han puesto al dinero por encima de todo en la vida.

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Jesús nos llama, una y otra vez, a la conversión. Porque nos ama. Este bello poema de Lope de Vega describe la amorosa y paciente espera silenciosa de Jesucristo que, a pesar de nuestras infidelidades, desea una respuesta generosa de cada uno de nosotros. Porque nos ama.

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
«Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!

¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!

María está hoy en el gozo y la gloria de la Resurrección. Las lágrimas que derramó al pie de la Cruz se han transformado en una sonrisa que ya nada podrá extinguir, permaneciendo intacta, sin embargo, su compasión maternal por nosotros. Lo atestigua la intervención benéfica de la Virgen María en el curso de la historia y no cesa de suscitar una inquebrantable confianza en Ella; la oración Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María! expresa bien este sentimiento. María ama a cada uno de sus hijos, prestando una atención particular a quienes, como su Hijo en la hora de su Pasión, están sumidos en el dolor; los ama simplemente porque son sus hijos, según la voluntad de Cristo en la Cruz.

El salmista, vislumbrando de lejos este vínculo maternal que une a la Madre de Cristo con el pueblo creyente, profetiza a propósito de la Virgen María que “los más ricos del pueblo buscan tu sonrisa” (Sal 44,13). De este modo, movidos por la Palabra inspirada de la Escritura, los cristianos han buscado siempre la sonrisa de Nuestra Señora, esa sonrisa que los artistas en la Edad Media han sabido representar y resaltar tan prodigiosamente. Este sonreír de María es para todos; pero se dirige muy especialmente a quienes sufren, para que encuentren en Ella consuelo y sosiego. Buscar la sonrisa de María no es sentimentalismo devoto o desfasado, sino más bien la expresión justa de la relación viva y profundamente humana que nos une con la que Cristo nos ha dado como Madre.

Desear contemplar la sonrisa de la Virgen no es dejarse llevar por una imaginación descontrolada. La Escritura misma nos la desvela en los labios de María cuando entona el Magnificat: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador” (Lc 1,46-47). Cuando la Virgen María da gracias a Dios nos convierte en testigos. María, anticipadamente, comparte con nosotros, sus futuros hijos, la alegría que vive su corazón, para que se convierta también en la nuestra. Cada vez que se recita el Magnificat nos hace testigos de su sonrisa. Aquí, en Lourdes, durante la aparición del miércoles, 3 de marzo de 1858, Bernadette contempla de un modo totalmente particular esa sonrisa de María. Ésa fue la primera respuesta que la Hermosa Señora dio a la joven vidente que quería saber su identidad. Antes de presentarse a ella algunos días más tarde como la Inmaculada Concepción, María le dio a conocer primero su sonrisa, como si fuera la puerta de entrada más adecuada para la revelación de su misterio.

Benedicto XVI en Lourdes
Benedicto XVI en Lourdes

En la sonrisa que nos dirige la más destacada de todas las criaturas, se refleja nuestra dignidad de hijos de Dios, la dignidad que nunca abandona a quienes están enfermos. Esta sonrisa, reflejo verdadero de la ternura de Dios, es fuente de esperanza inquebrantable. Sabemos que, por desgracia, el sufrimiento padecido rompe los equilibrios mejor asentados de una vida, socava los cimientos fuertes de la confianza, llegando incluso a veces a desesperar del sentido y el valor de la vida. Es un combate que el hombre no puede afrontar por sí solo, sin la ayuda de la gracia divina. Cuando la palabra no sabe ya encontrar vocablos adecuados, es necesaria una presencia amorosa; buscamos entonces no sólo la cercanía de los parientes o de aquellos a quienes nos unen lazos de amistad, sino también la proximidad de los más íntimos por el vínculo de la fe. Y ¿quién más íntimo que Cristo y su Santísima Madre, la Inmaculada? Ellos son, más que nadie, capaces de entendernos y apreciar la dureza de la lucha contra el mal y el sufrimiento. La Carta a los Hebreos dice de Cristo, que Él no sólono es incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros (cf. Hb 4,15). Quisiera decir humildemente a los que sufren y a los que luchan, y están tentados de dar la espalda a la vida: ¡Volveos a María! En la sonrisa de la Virgen está misteriosamente escondida la fuerza para continuar la lucha contra la enfermedad y a favor de la vida. También junto a Ella se encuentra la gracia de aceptar sin miedo ni amargura el dejar este mundo, a la hora que Dios quiera.

“Porque eres la sonrisa de Dios, el reflejo de la luz de Cristo, la morada del Espíritu Santo, porque escogiste a Bernadette en su miseria,
porque eres la estrella de la mañana, la puerta del cielo y la primera criatura resucitada, Nuestra Señora de Lourdes,
junto con nuestros hermanos y hermanas cuyo cuerpo y corazón están doloridos,
te decimos: ruega por nosotros”.

Benedicto XVI. Lourdes, 15 de septiembre de 2008
 
La parábola de los trabajadores enviados a trabajar en la viña en horas distintas del día ha creado siempre grandes dificultades a los lectores del Evangelio. ¿Es aceptable la manera de actuar del dueño, que da la misma paga a quienes han trabajado una hora y a quienes han trabajado una jornada entera? ¿No viola el principio de la justa recompensa? Los sindicatos hoy se sublevarían a quien se comportara como ese patrón.La dificultad nace de un equívoco. Se considera el problema de la recompensa en abstracto y en general, o en referencia a la recompensa eterna en el cielo. Visto así, se daría efectivamente una contradicción con el principio según el cual Dios «da a cada uno según sus obras» (Rm 2, 6). Pero Jesús se refiere aquí a una situación concreta, a un caso bien preciso: el único denario que se les da a todos es el Reino de los Cielos que Jesús ha traído a la tierra; es la posibilidad de entrar a formar parte de la salvación mesiánica. La parábola comienza diciendo: «El Reino de los cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana…».
 
El problema es, una vez más, el de la postura de los judíos y de los paganos, o de los justos y los pecadores, de cara a la salvación anunciada por Jesús. Aunque los paganos (respectivamente, los pecadores, los publicanos, las prostitutas, etc.) sólo ante la predicación de Jesús se han decidido por Dios, mientras que antes estaban alejados («ociosos»), no por ello ocuparán en el reino un lugar distinto e inferior. Ellos también se sentarán a la misma mesa y gozarán de la plenitud de los bienes mesiánicos. Es más, como ellos se han mostrado más dispuestos a acoger el Evangelio, que no los llamados «justos», se realiza lo que Jesús dice para concluir la parábola de hoy: «los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

Una vez conocido el Reino, es decir, una vez abrazada la fe, entonces sí que hay lugar para la diversificación. Entonces ya no es idéntica la suerte de quienes sirven a Dios durante toda la vida, haciendo rendir al máximo sus talentos, respecto a quien da a Dios solo las sobras de su vida, con una confesión remediada, de alguna forma, en el último momento.

La parábola contiene también una enseñanza de orden espiritual de la máxima importancia: Dios llama a todos y llama en todas las horas. El problema, en suma, es la llamada, y no tanto la recompensa. Esta es la forma con que nuestra parábola fue utilizada en la exhortación de Juan Pablo II sobre «vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo»(Christifideles laici). «Los fieles pertenecen a ese pueblo de Dios que está prefigurado por los obreros de la viña… Id también vosotros a mi viña. La llamada no se dirige solo a los pastores, los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, sino que se extiende a todos. También los fieles laicos son llamados personalmente por el Señor«. 

 

Lectura del Santo Evangelio Según San Mateo (20,1-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.” Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?” Le respondieron: “Nadie nos ha contratado.” Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña.”
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.” Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.” Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?” Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.

 
Señor del Tiempo y de la Vida:
Gracias por esta nueva oportunidad de «empezar y seguir»
preguntando, buscando, aprendiendo, construyendo.
 
Para que algo sea nuevo quiero pedirte
que mi mirada gane en hondura y detalle
para que vea más claramente el discurrir de mis días
junto a mi familia, amigos y la humanidad entera
como una travesía hacia el crecimiento, la entrega,
el amor y la lucha por un mundo más humano y más justo para todos.
 
Hazme caminar consciente y atento a todos los lugares y personas
con los que me iré cruzando en este tiempo,
y que conozca, por experiencia,
qué bellos son los pies del mensajero que anuncia tu Buena Noticia.
 
Quítame el miedo a los cambios y a las preguntas
que me oprimen el corazón y la mente
para que los acoja serenamente y aprenda a vivir con ellos
hasta el día en que sea posible una decisión, una respuesta. 
 
Que dé la bienvenida con una sonrisa
a todos los que me ofrezcan su mano
y sepa crear con ellos una red de acogida,
de presencia, de implicación y solidaridad
de modo que cada nombre y cada historia me sean importantes.
 
Que reciba como un regalo tuyo personal
cada una de las cosas creadas y sepa disfrutarlas,
pero también cuidarlas y compartirlas no sólo con los míos. 
 
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En este año dedicado a San Pablo, quisiera confiaros un segundo tesoro, que estaba en el centro de la vida de este Apóstol fascinante: se trata del misterio de la Cruz. El domingo, en Lourdes, celebraré la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz junto con una multitud de peregrinos. Muchos de vosotros lleváis colgada del cuello una cadena con una cruz. También yo llevo una, como por otra parte todos los Obispos. No es un adorno ni una joya. Es el precioso símbolo de nuestra fe, el signo visible y material de la vinculación a Cristo.

San Pablo habla claramente de la cruz al principio de su primera carta a los Corintios. En Corinto, vivía una comunidad alborotada y revuelta, expuesta a los peligros de la corrupción de las costumbres imperantes. Peligros parecidos a los que hoy conocemos. No citaré nada más que los siguientes: las querellas y luchas en el seno de la comunidad creyente, la seducción que ofrecen pseudo sabidurías religiosas o filosóficas, la superficialidad de la fe y la moral disoluta. San Pablo comienza la carta escribiendo: “El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de perdición; pero, para los que están en vías de salvación –para nosotros- es fuerza de Dios” (1 Co 1,18). Después, el Apóstol muestra la singular oposición que existe entre la sabiduría y la locura, según Dios y según los hombres. Habla de ello cuando evoca la fundación de la Iglesia en Corinto y a propósito de su propia predicación. Concluye insistiendo en la hermosura de la sabiduría de Dios que Cristo y, tras de Él, sus Apóstoles enseñan al mundo y a los cristianos. Esta sabiduría, misteriosa y escondida (cf. 1 Co 2,7), nos ha sido revelada por el Espíritu, porque “a nivel humano uno no capta lo que es propio del Espíritu de Dios, le parece una locura; no es capaz de percibirlo porque sólo se puede juzgar con el criterio del Espíritu” (1 Co 2,14).

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Natividad de la Virgen María

 Son más los que salen cada mañana a buscar el rostro de Dios, que los que descubren cómo Dios trata amorosamente de abrirse paso hasta el corazón humano.

Dios sigue siendo bandera discutida. Unos dicen: «Para enriquecer a Dios debe empobrecerse el hombre; para que Dios sea todo, debe el hombre ser nada» (Feuerbach). Pero otros, contemplando a Jesús dijeron: «Siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza» (San Pablo).

Algunos lo ven como un ser lejano, distante, ajeno al bien de los hombres y mujeres del mundo. Pero otros descubren que su gozo y su gloria se realizan con más plenitud allí donde de modo más verdadero y auténtico se realiza nuestra humanidad. Más que señor es servidor de sus criaturas: «La ternura de Dios es tan grande que se entrega al alma como si él fuese su siervo y ella fuese su Señor» (San Juan de la Cruz)

 

 «Su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación…
Se alegra mi espíritu en Dios , mi salvador» (Lc 1, 46.49-50).

 

  • Cuando decimos que Dios es santo queremos decir que Dios es amor. Y en el amor él da siempre el primer paso. Cuando el amor llamó a las puertas del corazón de María, el Espíritu se hizo en ella plenitud de gracia, el Padre presencia de amor, y el Hijo carne de su carne.
  • Cuando decimos que Dios es misericordioso queremos decir que nos ama hasta el extremo. María dejó hablar a Dios en su vida, y Dios se hizo cercano. Apareció la vida y se hizo visible el Amor.
  • Cuando decimos que Dios es salvador queremos decir que nos cura las heridas y nos capacita para amar. Si amamos nos convertimos en creadores, en personas libres. María salió del encuentro con Dios más nueva, más libre, con más capacidad de crear, más llena de esperas.
  • Cuando nos alegramos en Dios estamos diciendo que él es la fuente de nuestra vida, su sentido más profundo. María, mujer-testigo de Dios, pone flores en nuestra ventana y nos recuerda que Dios entra en la historia para quitar peso a todo oprimido y embellecer la vida de todo ser humano.

«La Virgen María ha sido propuesta siempre por la Iglesia a imitación de los fieles… porque en sus condiciones concretas de vida ella se adhirió total y responsablemente a la voluntad de Dios; porque acogió la palabra y la puso en práctica; porque su acción estuvo animada por la caridad y por el espíritu de servicio; porque fue la primera y la más perfecta discípula de Cristo» (Marialis Cultus, 35).

¿EL ABORTO ES PROGRESO?

Organizaciones de la izquierda cristiana española dieron a conocer -ya en el año 2004- un comunicado  público a través del cual se desmarcaban del actual régimen socialista español y señalaban que  están en contra del aborto “porque somos de izquierda”, afirmando que “es una falacia la equiparación izquierda-aborto”.

El texto señala que “no existe” verdadero enfrentamiento entre el Partido Popular de centro derecha y el actual Partido Socialista en materia de aborto, porque “en los 8 años de gobierno del PP el aborto ha aumentado un 37%, estando próximos a los 80.000 abortos por año”; mientras  que los socialistas “pretenden ocultar con medidas ‘pseudoprogres’ como la del aborto su alianza con la extrema derecha económica”.

“Nosotros somos izquierda, somos socialistas – de una u otra vertiente del socialismo-» y es también, según señalan, “una enorme contradicción: hay vida, y vida humana personal en el óvulo fecundado que anida en la madre. Y se destroza una vida humana – casi siempre con procedimientos de una horrible crueldad para el feto humano que siente- al destruirle. No es parte del cuerpo de la madre: es un ser humano distinto. Y como tal ser humano tiene sus derechos: tanto como los ancianos, como los minusválidos, los subnormales, los incurables, lo ‘antisociales’, todos aquellos a los que la permisión del aborto pone en la lista de los futuros condenados, porque no se les va a considerar personas humanas con derecho a la vida, sino partes molestas de una sociedad que no les desea”.

Según el comunicado de los socialistas cristianos, “no hay en nuestros días una afirmación más reaccionaria –contra todo lo que se diga- que la del derecho de una persona sobre la vida del hijo no nacido. Es el derecho de propiedad más absoluto concebible, más allá del derecho del amo sobre el esclavo. Y es una vergüenza para la izquierda que levante la bandera de ese pretendido derecho”.

“Nosotros rechazamos esa postura vergonzosa, de la que la izquierda, en la medida que han avanzado los conocimientos de la embriología, tiene que liberarse. No sólo somos izquierda y rechazamos el aborto, sino que lo rechazamos precisamente por serlo”.

“El aborto es un odioso acto de violencia realizado contra los no-nacidos y contra las madres. La izquierda debe hacer que el vientre de la madre sea el lugar que la naturaleza ha hecho que sea: el lugar más protegido”, concluye el comunicado.

 
Ha tenido que llegar la secretaria de Organización del PSOE, Leire Pajín, para descubrir que en «España existe una demanda social» que exige, como reivindicó la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, «no la modificación de la actual ley del aborto, sino la creación de una nueva ley». Por supuesto para hacerla más permisiva, más amplia, menos restrictiva…
 
Nadie sabe de dónde surge la imperiosa demanda social en un país en el que el aborto, de hecho, es libre casi en cualquier semana de gestación gracias a las ilegalidades e irregularidades de las empresas dedicadas al pingüe negocio abortista.
 
La explosión de los últimos escándalos de las clínicas abortistas -abortos por encima de los siete meses de gestación, fetos tirados a la basura, falsificación reiterada de los certificados psicológicos, trituradoras y otras barbaridades por el estilo- desvelaron la realidad totalmente permisiva del aborto en España.
 
Como se sabe, en España abortar no es un derecho, como de forma reiterada defienden las asociaciones feministas y las militantes socialistas, sino un delito, pues se pretende preservar el derecho a la vida del no nacido y sólo queda despenalizado en tres supuestos:
 
  • «Que sea necesario para evitar un grave peligro para la vida o la salud o física o psíquica de la embarazada»;
  • «que el embarazo sea consecuencia de un hecho constitutivo de delito de violación del artículo 429, siempre que el aborto se practique dentro de las doce primeras semanas de gestación y que haya denuncia»,
  • y «que se presuma que el feto habrá de nacer con graves taras físicas o psíquicas, siempre que el aborto se practique dentro de las 22 semanas de gestación».
En este sentido, el Gobierno baraja un cuarto supuesto por algo tan poco concreto y etéreo como el «conflicto personal» a imagen de lo que ya sucede en Grecia, Reino Unido o Italia.
 
El caso es que al amparo del primero de los supuestos, para preservar la salud psíquica de la madre, España ha pasado a convertirse en el paraíso abortista de Europa. Aquí se interrumpen los embarazos en cualquier semana de gestación, con un simple informe psicológico, realizado por un empleado de la propia clínica abortista que, además, por regla general trabaja a comisión: cobra más cuanto más informes positivos rubrique. Esta situación ha provocado casos de abortos que están siendo investigados judicialmente, por encima de los siete meses de embarazo y hasta en el noveno.

  • No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo (De la verdadera religión).    
    S. Agustin

    S. Agustín

     

  • Bienaventurado el que te ama a Ti, Señor; y al amigo en Ti, y al enemigo por Ti, porque sólo no podrá perder al amigo quien tiene a todos por amigos en Aquel que no puede perderse (Confesiones).
  • La vida feliz es gozo de la verdad, porque éste es gozo de Ti, que eres la Verdad (Confesiones).
  • Esto es lo que necesitamos creer: que la humildad, en virtud de la cual Dios ha nacido de una mujer y ha sido conducido a la muerte de manos de mortales, en medio de tantos ultrajes, es el medicamento más eficaz para sanar el tumor de nuestra soberbia, y es el sublime misterio por el cual el vínculo con el pecado queda disuelto (Sobre la Trinidad).
  • Todos aquellos que creen en Cristo, creen en Él para amarlo. Esto, de hecho, es lo que quiere decir creer en Cristo: amar a Cristo (Enarraciones sobre los salmos).

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CREER PARA VER

Padre, en aquellos momentos en que cuestionan mi fe; dame serenidad y fuerza.

Señor, cuando yo mismo me pregunte quién soy y quién eres para mí; ayúdame a sentir Tu Amor.

Que crea, Padre, como el ciego, que confíe en Ti, que espere en Ti y que descubra quién eres en mi vida.

Que me aferre, Señor, al Padre que ama, que cuida y protege a sus hijos. Y me aleje de la imagen castigadora y distante del fariseo.

Porque al final siempre eres ternura, entrega y generosidad.

Que la oración sea mi agua de Siloé, que tu Palabra sea el encuentro en el camino,
que mi fe sea mi vista.

Que no se cierren mis ojos,
que vea al mirar, que me deje hacer por Ti como el ciego de Siloé.

Y que mi boca bendiga tu nombre por haber experimentado tu Amor recibido. Amén.

Víctor MB

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