Tras los 25 minutos de encuentro con Benedicto XVI, este lunes, en el palacio apostólico de Castel Gandolfo, la ex candidata a la presidencia de Colombia, Íngrid Betancourt, reveló en una rueda de prensa cómo Dios le ha tocado el corazón en su cautiverio.
Antes de ser secuestrada, en febrero de 2002, Ingrid era una mujer de poca fe. Ella misma lo reconoce. Sin embargo, durante los casi siete años que permaneció en poder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en el sur de la selva colombiana, los únicos libros que tenía consigo eran la Biblia y el diccionario, así que durante los largos días de cautiverio se dedicaba a leer y meditar la Palabra de Dios.
Ingrid todos los días escuchaba la radio para poder entretenerse e informarse. Un mes antes de su liberación, el pasado 1 de junio, estaba oyendo la Radio Católica Mundial y escuchó las promesas que experimentaría quien se consagre al Sagrado Corazón.
Si bien Ingrid reconoce que no las recuerda todas, las enumeró a los periodistas: la primera es tocar el corazón duro de quienes le hagan sufrir; la segunda bendecir los proyectos del interesado; y la tercera, la ayuda del para cargar la cruz y que le esperará en el tránsito de la muerte.
Cuenta Íngrid que al escuchar estas promesas dijo: «Eso es para mí. Yo necesito que Dios toque el corazón duro de la guerrilla, que toque el corazón duro de todos aquellos que no dejan que se produzca la libertad nuestra».
«Yo necesito que la empresa mía, que es la de obtener la libertad de todos nosotros, Él la tome para sí, la bendiga y permita que esto suceda. Y yo necesito que Él me acompañe a llevar esta cruz porque yo sola ya no puedo más», comentó la ciudadana colombo-francesa.
Luego de conocer estas promesas, cuenta Ingrid que le dijo al Sagrado Corazón: «Jesús, yo en estos años nunca te he pedido nada. Pero hoy sí te voy a pedir algo: como este es el mes del Sagrado Corazón, tu mes, te voy a pedir que me hagas el milagro, no de mi liberación porque no creo que sea posible, pero hazme el milagro de que yo sepa cuándo voy a ser liberada porque si yo sé cuándo, por más de que sea dentro de muchos años, yo voy a tener la fuerza de aguantar. Si tu me haces ese milagro, Señor mío, seré tuya».
Ingrid cuenta que le dijo al Santo Padre: «Yo no sé lo que quiere decir ser de Cristo». Él le respondió: «Él te va a mostrar la vía»
El 27 de junio un comandante de las FARC fue a hablar con Íngrid: «Hay una comisión internacional que va a visitar a los prisioneros y es muy probable que algunos de ustedes sean liberados», le dijo.
Cuenta Ingrid que el Santo Padre le respondió: «Él te hizo el milagro de tu liberación, porque tú supiste pedirle. Porque tú no le pediste tu liberación, tú le pediste que se hiciera su voluntad y que te ayudara a entender su voluntad»
Betancourt aprovechó la ocasión para invitar a todos aquellos que no creen: «Hay muchas personas que están enojadas con Dios y no quieren creer y tantas personas a quienes les da vergüenza creer en Dios. Yo lo único que les puedo decir es que hay alguien que nos oye y nos habla con palabras y que si nosotros entendemos cómo hablarle a él, él nos va a ayudar».
Tras la audiencia, Ingrid aseguró que Benedicto XVI siempre ora por los secuestrados: «El Papa lleva el dolor de los que sufren en su alma», es un «hombre de luz».
Igualmente envió un mensaje de aliento a aquellos que fueron sus compañeros de cautiverio y que aún no han sido liberados: «Sé que esta voz va a llegar a la selva colombiana. Sé que pronto los voy a abrazar en la libertad».
También hizo un llamado a los miembros de la guerrilla, que actualmente tienen cerca de 3 mil secuestrados en su poder: «Ustedes me tuvieron siete años cautiva. Los conozco profundamente, conozco su organización su manera de pensar sus objetivos. Hoy quiero decirles que el mundo los está esperando. El mundo quiere que haya espacios en su mente para que ustedes logren la paz en Colombia. (…) La respuesta esta en el corazón de ustedes no en los cálculos militares y políticos», concluyó
2 comentarios
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5 septiembre, 2008 a 21:08
Javier
¿Qué es lo más llamativo e interesante de esta conversión?
Pues que no se ha producido, como mucha gente hace hoy en día, después de que Dios nos «conceda» lo que pedimos.
La conversión, la oración, la plegaria, tiene lugar en el sufrimiento de esta mujer, en el cautiverio, en el momento de aceptar su cruz (Quien quiera seguirme que tome su cruz, nos decía el evangelio hace pocos domingos). Es en esas circunstancias en los que esta mujer, que anteriormente no había experimentado la presencia de Cristo en su vida, se entrega plenamente a Él y a su voluntad.
La liberación física vino después, según la voluntad de Dios; la espiritual se había producido mucho antes de que llegara el final de su tortura en la selva colombiana.
6 septiembre, 2008 a 21:32
Víctor
– ¿De dónde surgió el deseo de encontrar al Papa y por qué era tan importante para usted?
– Ingrid Betancourt: «Es un sueño de todos los cristianos. Encontrar al Papa es algo que todos soñamos. Tomarle la mano, tener un contacto con este ser humano tan cercano a Dios para nosotros y que es como un descendiente de los apóstoles… hay algo de mágico, de maravilloso. Tenemos dos mil años de tradición. Saber que hay dos mil años sin interrupción de personas que se han pasado la llama desde Cristo hasta hoy…
Esto para empezar. Y después porque me fascinó, me pasó algo extraordinario. Había caminado diez horas sin parar con un saco encima muy pesado, con hambre, sed, mosquitos… en fin, todos los horrores que hacen que una vida pueda convertirse en una tortura, que el hecho de existir sea una tortura. Establecimos un campamento, tenía mi hamaca y la mosquitera y me refugió allí para pasar la noche. Y en la paz y la posibilidad de respirar un poco, con la angustia de todos modos de non saber dónde nos llevaban y la tristeza de advertir que se alargaba y sin saber cuando terminaría… en aquel momento encendí la radio y oí la voz del Santo Padre que pedía la liberación de los secuestrados colombianos, y pronunció mi nombre. Cómo quiere que le explique lo que sentí… para alguien que se había convertido en una mercancía, en algo que se transporta, sin derecho a la palabra, humillado constantemente, se da cuenta, todas las veces que hablo de esto no puedo evitar llorar, me sabe mal. El hecho de pensar que él sabía que yo existía, que conocía mi nombre, y que yo era alguien para él me hizo volver a ser un ser humano».