El evangelio de este domingo es la parábola de los talentos. Por desgracia en el pasado el significado de esta parábola ha sido habitualmente tergiversado, o al menos muy reducido. Cuando escuchamos hablar de los talentos, pensamos en seguida en las dotes naturales de inteligencia, belleza, fuerza, capacidades artísticas. La metáfora se usa para hablar de actores, cantantes, cómicos… El uso no es del todo equivocado, pero sí secundario. Jesús no pretendía hablar de la obligación de desarrollar las dotes naturales de cada uno, sino de hacer fructificar los dones espirituales recibidos de él. A desarrollar las dotes naturales, ya nos empuja la naturaleza, la ambición, la sed de ganancia. A veces, al contrario, es necesario poner freno a esta tendencia de hacer valer los talentos propios porque puede convertirse fácilmente en afán por hacer carrera y por imponerse a los demás.
Los talentos de los que habla Jesús son la Palabra de Dios, la fe, en una palabra, el Reino que ha anunciado. En este sentido la parábola de los talentos conecta con la del sembrador. A la suerte diversa de la semilla que él ha echado -que en algunos casos produce el sesenta por ciento, en otros en cambio se queda entre las espinas, o se lo comen los pájaros del cielo-, corresponde aquí la diferente ganancia realizada con los talentos.
Los talentos son, para nosotros cristianos de hoy, la fe y los sacramentos que hemos recibido. La palabra nos obliga a hacer un examen de conciencia: ¿qué uso estamos haciendo de estos talentos? ¿Nos parecemos al siervo que los hace fructificar o al que los entierra? Para muchos el propio bautismo es verdaderamente un talento enterrado. Yo lo comparo a un paquete regalo que uno ha recibido por Navidad y que ha sido olvidado en un rincón, sin haberlo nunca abierto o tirado.
Los frutos de los talentos naturales acaban con nosotros, o como mucho pasan a los herederos; los frutos de los talentos espirituales nos siguen a la vida eterna y un día nos valdrán la aprobación del Juez divino: «Bien, siervo bueno y fiel, has sido fiel en lo poco, te daré autoridad sobre lo mucho: toma parte en el gozo de tu señor».
Nuestro deber humano y cristiano no es solo desarrollar nuestros talentos naturales y espirituales, sino también de ayudar a los demás a desarrollar los suyos. En el mundo moderno existe una profesión que se llama, en inglés, talent-scout, descubridor de talentos. Son personas que saben encontrar talentos ocultos -de pintor, de cantante, de actor, de jugador de fútbol- y les ayudan a cultivar su talento y a encontrar un patrocinador. No lo hacen gratis, naturalmente, ni por amor al arte, sino para tener un porcentaje en sus ganancias, una vez que se han afirmado. El Evangelio nos invita a todos a ser talent-scouts, «descubridores de talentos», pero no por amor a la ganancia sino para ayudar a quienes no tienen la posibilidad de afirmarse por sí mismos.
4 comentarios
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19 noviembre, 2008 a 00:48
Víctor
Mucha gente, quizás nosotros mismos, cuando decimos: «Yo estoy en paz con Dios porque no hago daño a nadie, porque no me meto con nadie, y voy a misa y rezo», estamos actuando como el siervo que esconde su talento.
UN CRISTIANO NO QUEDA EN PAZ CON DIOS PORQUE NO HAGA DAÑO A NADIE. Un cristiano queda en paz con Dios cuando se esfuerza porque los dones que tiene sirvan para propagar el Evangelio en el mundo, para que crezca un poco más en el mundo la esperanza, el amor, la fe.
AUNQUE SUPONGA COMPLICACIONES, RIESGOS, ERRORES.
Ahora bien, no olvidemos que el talento no se gana, no se conquista, no se merece: SE RECIBE.
Señor, ayúdanos a descubrir
para qué nos quieres en la vida.
Nos has regalado dones y talentos,
nos llamaste a la existencia
y nos acompañas en nuestro camino.
Muéstranos qué quieres de cada uno de nosotros,aclara nuestro horizonte, para que sepamos proyectarnos hacia el futuro.
¡Enséñanos a dar fruto!
20 noviembre, 2008 a 16:34
Javier
Dios no exige nada que no podamos dar.
Las lecturas de este domingo son un clamor claro: ¿qué hacemos con nuestra vida? ¿cómo utilizamos los dones que Dios nos ha regalado? Lo más sagrado del hombre es la libertad, que emplea según sus convicciones. Dios pone en nuestra mano talentos y nos da la potestad para usarlos.
La clave es la conciencia humana que hay que tener de que los dones recibido son para ponerlos al servicio de la comunidad, para tratar de hacer presente el Reino de Dios en la tierra, y no para colmar nuestros lujos y superficialidades, que finalmente no llenan más que nuestro ego.
20 noviembre, 2008 a 22:19
analia
entré varias veces en la semana, a veces me cuesta un poco «decir» lo que las palabras que encuentro me sugieren o las ideas que se «disparan» después que leo.
Es tiempo ahora.
Para mí, un mensaje fuerte de esta lectura es el llamado a «hacernos responsables» (a dar respuesta) de lo que se nos ha dado como «talento»- GRATIS.
Eso que nos hace valiosos, cobra verdadero valor sólo cuando se comparte. Si uno se lo guarda para sí, eso pierde todo valor.
Gracias Victor por la oración, a la que me sumo
«Señor, ayúdanos a descubrir
para qué nos quieres en la vida.
Muéstranos qué quieres de cada uno de nosotros,aclara nuestro horizonte, para que sepamos proyectarnos hacia el futuro.»
Un abrazo.
20 noviembre, 2008 a 22:35
Víctor
Un gran abrazo para vosotros, Javier y Analia, personas con «talento». Muchas gracias por pasar nuevamente por aquí.
Invito a todos a visitar vuestros blogs!