Cincuenta años después de la convocación del Concilio Vaticano II, la barca de Pedro es zarandeada por dos interpretaciones extremistas y contrapuestas de aquella cumbre ecuménica que cambió la historia de la Humanidad: los que niegan su validez (conocidos como tradicionalistas) y los que lo interpretan como una ruptura con la Tradición. Ahora, tras las borrascas de las décadas pasadas, Benedicto XVI presenta el Concilio como la brújula de la Iglesia para este inicio de milenio.
¿En qué punto se encuentra la Iglesia? Esta pregunta, que mucha gente se hace tras leer todo tipo de noticias en medios de comunicación, la planteó, el pasado 26 de mayo, el mismo Benedicto XVI, en una ocasión particularmente solemne: la inauguración del congreso de la diócesis de Roma, su diócesis, el acontecimiento anual más importante para el territorio de la sede de Pedro. Las divisiones que la Iglesia ha vivido en estas décadas, particularmente agudas en los años setenta y ochenta, pero todavía hoy no superadas -explicó el Santo Padre-, se deben precisamente a las dificultades que se han experimentado en la recepción de la doctrina del Concilio.
En definitiva, la Iglesia todavía hoy sufre la tensión entre quienes niegan el valor y la doctrina de los documentos conciliares, como es el caso de grupos llamados tradicionalistas, y quienes ven en el Concilio el nacimiento de una nueva Iglesia, que rompe con el pasado, abandona su Tradición e incluso se contrapone a ésta. Es el modelo de una malentendida Iglesia democratizada.
Benedicto XVI está convencido de que el Concilio Vaticano II es la auténtica brújula que guía a la Iglesia católica en su vida diaria, en estos tiempos de inicios de milenio. Ahora bien, como él mismo reconoció, en estos momentos se da el peligro de un cierto cansancio en su aplicación.
«Hay que constatar en algunas comunidades eclesiales que, a un período de fervor e iniciativa, le ha seguido un tiempo de debilitación del compromiso, una situación de cansancio, en ocasiones casi de estancamiento, incluso de resistencia y contradicción entre la doctrina conciliar y los diferentes conceptos formulados en nombre del Concilio, en realidad opuestos a su espíritu y letra. Por una parte, existe todavía la tendencia a identificar unilateralmente a la Iglesia con la jerarquía, olvidando la común responsabilidad, la común misión del pueblo de Dios, que todos nosotros somos en Cristo», explicó.
Por otra parte -prosiguió-, persiste también la tendencia a concebir el pueblo de Dios «según una idea meramente sociológica o política, olvidando la novedad específica de ese pueblo que sólo se convierte en pueblo en la comunión con Cristo. Mucho camino queda todavía por recorrer», reconoció el Papa en su discurso. «Demasiados bautizados no se sienten parte de la comunidad eclesial y viven al margen de la misma, dirigiéndose a las parroquias sólo en algunas circunstancias para recibir servicios religiosos. Pocos son todavía los laicos, en proporción con el número de habitantes de cada parroquia, que, a pesar de que se confiesan católicos, están dispuestos a ofrecer su disponibilidad para trabajar en diferentes campos apostólicos».
A juicio del Santo Padre Benedicto XVI, la aplicación del Concilio Vaticano II «exige un cambio de mentalidad que afecta particularmente a los laicos, pasando de ser considerados colaboradores del clero a reconocerles realmente como corresponsables del ser y el actuar de la Iglesia, favoreciendo la consolidación de un laicado maduro y comprometido».
5 comentarios
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5 junio, 2009 a 09:45
Felicitas
Eso es cierto. A los laicos nos cuesta colaborar en las tareas evangelizadoras de las Parroquias, y no es cuestión de buscar responsabilidades, porque están bien repartidas, creo yo.
Una renovada lectura diaria de los santos Evangelios, a mi modo de ver, es un modo muy eficaz de renovación eclesial, ya que es la Palabra de Cristo, con su Poder y su Vida inherentes la que puede reavivar y relanzar nuestra adhesión a Cristo, y , por ende, a su Iglesia.
10 junio, 2009 a 00:39
Víctor
Saludos, Felicitas! Me alegra siempre que dejes un comentario en el blog.
La Iglesia no necesita de «profesionales de Dios»; en estos tiempos urgen mas bien profetas de Dios, capaces de denunciar las raíces del mal y ofrecer, al mismo tiempo, sin complejos ni complejidades el camino de la salvación. Si me permites la expresión, anunciar un Evangelio y un Jesucristo sin colorantes ni conservantes. El relativismo y secularismo que también anida en la comunidad eclesial.
Todos somos Iglesia, que cada cual se prepare, se forme, ahonde en la oración y celebración sacramental para estar a la altura de la misión que Dios le ha encomendado.
Paz y gracia!
1 octubre, 2011 a 22:54
maritza
me gusta mucho por q dice todo aca
26 octubre, 2011 a 14:00
Yanka
«A juicio del Santo Padre Benedicto XVI, la aplicación del Concilio Vaticano II «exige un cambio de mentalidad que afecta particularmente a los laicos, pasando de ser considerados colaboradores del clero a reconocerles realmente como corresponsables del ser y el actuar de la Iglesia, favoreciendo la consolidación de un laicado maduro y comprometido»».
Verdaderamente los laicos comprometidos en comunión eclesial pedimos desde hace mucho tiempo, una genuino y verdadero y actual cambio de mentalidad al propio clero y al modelo eclesiológcio todavía establecido y fomentado. Pedimos un cambio en la estructura y funcionamiento eclesial. No existe estructura eclesial sino ECLESIÁSTICA.
26 octubre, 2011 a 14:04
Yanka
Tienen que renovarse las estructuras eclesiales. Mejor dicho, tienen que dejar de ser estructuras eclesiásticas o clericales para irse transformando verdaderamente en estructuras eclesiales de comunión y de coparticipación eclesial.
Hay una gran falta de inter-conexión y de coordinación estructural eclesial. Me explico:
A pesar de que hay una gran y buena Estructura de organización Eclesiástica: parroquias (comunidad de comunidades), ARCIPRESTAZGOS, VICARÍAS, DIÓCESIS, PROVINCIA… ETC. Ahí está el problema sustancial, es un problema de sustantivos: Ya no puede ser únicamente una organización eclesiástica, sino, que debe ser auténticamente y genuinamente «ECLESIAL», EN TODO EL SIGNIFCADO ACTUAL QUE TIENE EL NOMBRE «ECLESIAL», DENTRO DE UNA ESPIRITUALIDAD Y FUNCIONALIDAD DE COMUNIÓN. AHÍ ESTÁN LOS DOCUMENTOS DEL CONCILIO VATICANO II Y LAS CARTAS PASTORALES EPISCOPALES.
Es la misma dis-función estructural y funcional eclesial la que delimita y desintoniza la comunicación diocesana y al mismo tiempo la transmisión del evangelio.
Además de la estructura eclesiástica de mayor responsabilidad y de mayor dirección para subordinar y coordinar las respectivas estructuras laicales o ministeriales dentro del consejo parroquial. En cada parroquia, arciprestazgo, vicaría; tienen que haber una coordinación eclesiástica y una coordinación (o diaconía) laical o ministerial. Es decir un coordinador de laicos en general compuesto por un coordinador de catequistas, un coordinador del ministerio de música, así como lo hay de cáritas o de asociaciones o cofradías, etc… Todo tiene que ser desde la misma base o parroquia, pasando por los arciprestazgos, las vicarías y las diócesis en coordinación totalmente eclesial.
Es una cuestión de cambio de mentalidad, de cambio de sistema, de cambio de lenguaje. Cada vez más, los laicos notamos la gran irrealidad de concordancia eclesial que hay en nuestra Iglesia.
Lo de la corresponsabilidad está muy claro a nivel doctrinal, pero a la hora de la verdad es difícil hacer un ejercicio práctico de ella
Y porque lo que es nuevo pide novedad, que no es lo mismo que «novedosidad».
Porque los problemas actuales necesitan soluciones actuales.
“El vino nuevo necesita odres nuevos”.
Para poder discernir los “nuevos” signos de los “nuevos” tiempos en el mundo y dentro de la misma Iglesia.
La “nueva” pastoral requiere per se un “nuevo o renovado” sistema estructural eclesial. Nuevas estrategias, nuevos planteamientos, nuevos métodos…
Como dice La Palabra:
«Cuando se reúnen, cada un@ puede participar con un carisma. Pero que todo sirva para edificar».
…para que todos aprendan y todos sean animados.
…no impidan que se hable…
Pero que todo se haga decente y ordenado». 1Cor 14,1
Se nos habla de participación con sentido común. Para el bien común no para el propio…con sentido cooperativo, constructivo y edificativo. Tenemos que pensar, sentir y actuar diocesanamente, eclesialmente como pueblo de Dios. Como dice una moderna máxima «Piensa y actúa localmente y mundialmente». Tenemos que ir cambiando de mentalidad e ir actualizándonos:
Necesitamos espacios no para los monólogos. Sino, para los diálogos compartidos y co-participativos de sugerencias y puntos de vista de la plena y total comunidad.
Como nos recuerda La Palabra:
«Así, pues Cristo es quien dio los ministerios para la construcción del Cuerpo de Cristo.
La meta es que todos juntos nos encontremos unidos en la misma fe y en el mismo conocimiento del Hijo de Dios»… Ef 4, 11-14
«Él (Cristo, la cabeza) da organización y cohesión al Cuerpo entero, por medio de una red de articulaciones, que son los miembros, cada uno con su actividad propia, para que el Cuerpo crezca y se construya a sí mismo en el amor».
Ef 4, 15-16
«Tú que duermes, despiértate,…
No anden como tontos, sino como responsables. Sino que aprendan cuál es la voluntad del Señor. Más bien llénense del Espíritu Santo, y sométanse unos a otros por consideración a Cristo». Ef 5, 14-15