Publicamos algunos fragmentos de la carta que ha enviado Benedicto XVI a los sacerdotes al comenzar el Año Sacerdotal, que ha proclamado con motivo del 150° aniversario de la muerte de san Juan María Vianney, el santo cura de Ars.
Queridos hermanos en el Sacerdocio:
He resuelto convocar oficialmente un «Año Sacerdotal» con ocasión del 150 aniversario del «dies natalis» de Juan María Vianney, el Santo Patrón de todos los párrocos del mundo, que comenzará el viernes 19 de junio de 2009, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús -jornada tradicionalmente dedicada a la oración por la santificación del clero-. Este año desea contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo, y se concluirá en la misma solemnidad de 2010.
«El Sacerdocio es el amor del corazón de Jesús«, repetía con frecuencia el Santo Cura de Ars. Esta conmovedora expresión nos da pie para reconocer con devoción y admiración el inmenso don que suponen los sacerdotes, no sólo para la Iglesia, sino también para la humanidad misma. Tengo presente a todos los presbíteros que con humildad repiten cada día las palabras y los gestos de Cristo a los fieles cristianos y al mundo entero, identificándose con sus pensamientos, deseos y sentimientos, así como con su estilo de vida. ¿Cómo no destacar sus esfuerzos apostólicos, su servicio infatigable y oculto, su caridad que no excluye a nadie? Y ¿qué decir de la fidelidad entusiasta de tantos sacerdotes que, a pesar de las dificultades e incomprensiones, perseveran en su vocación de «amigos de Cristo», llamados personalmente, elegidos y enviados por Él? (…)
Pero la expresión utilizada por el Santo Cura de Ars evoca también la herida abierta en el Corazón de Cristo y la corona de espinas que lo circunda. Y así, pienso en las numerosas situaciones de sufrimiento que aquejan a muchos sacerdotes, porque participan de la experiencia humana del dolor en sus múltiples manifestaciones o por las incomprensiones de los destinatarios mismos de su ministerio: ¿Cómo no recordar tantos sacerdotes ofendidos en su dignidad, obstaculizados en su misión, a veces incluso perseguidos hasta ofrecer el supremo testimonio de la sangre?
Sin embargo, también hay situaciones, nunca bastante deploradas, en las que la Iglesia misma sufre por la infidelidad de algunos de sus ministros. En estos casos, es el mundo el que sufre el escándalo y el abandono. Ante estas situaciones, lo más conveniente para la Iglesia no es tanto resaltar escrupulosamente las debilidades de sus ministros, cuanto renovar el reconocimiento gozoso de la grandeza del don de Dios, plasmado en espléndidas figuras de Pastores generosos, religiosos llenos de amor a Dios y a las almas, directores espirituales clarividentes y pacientes. En este sentido, la enseñanza y el ejemplo de san Juan María Vianney pueden ofrecer un punto de referencia significativo. El Cura de Ars era muy humilde, pero consciente de ser, como sacerdote, un inmenso don para su gente: «Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina». (…)
En la actualidad, como en los tiempos difíciles del Cura de Ars, es preciso que los sacerdotes, con su vida y obras, se distingan por un vigoroso testimonio evangélico. Pablo VI ha observado oportunamente: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escucha a los que enseñan, es porque dan testimonio». Para que no nos quedemos existencialmente vacíos, comprometiendo con ello la eficacia de nuestro ministerio, debemos preguntarnos constantemente: «¿Estamos realmente impregnados por la palabra de Dios? ¿Es ella en verdad el alimento del que vivimos, más que lo que pueda ser el pan y las cosas de este mundo? ¿La conocemos verdaderamente? ¿La amamos? ¿Nos ocupamos interiormente de esta palabra hasta el punto de que realmente deja una impronta en nuestra vida y forma nuestro pensamiento?». (…)
Confío este Año Sacerdotal a la Santísima Virgen María, pidiéndole que suscite en cada presbítero un generoso y renovado impulso de los ideales de total donación a Cristo y a la Iglesia que inspiraron el pensamiento y la tarea del Santo Cura de Ars. Con su ferviente vida de oración y su apasionado amor a Jesús crucificado, Juan María Vianney alimentó su entrega cotidiana sin reservas a Dios y a la Iglesia. Que su ejemplo fomente en los sacerdotes el testimonio de unidad con el Obispo, entre ellos y con los laicos, tan necesario hoy como siempre. A pesar del mal que hay en el mundo, conservan siempre su actualidad las palabras de Cristo a sus discípulos en el Cenáculo: «En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33). La fe en el Maestro divino nos da la fuerza para mirar con confianza el futuro. Queridos sacerdotes, Cristo cuenta con vosotros. A ejemplo del Santo Cura de Ars, dejaos conquistar por Él y seréis también vosotros, en el mundo de hoy, mensajeros de esperanza, reconciliación y paz.
Con mi bendición. Benedicto XVI.
Vaticano, 16 de junio de 2009.
Para leer la carta completa pinche en este enlace a Zenit: http://www.zenit.org/article-31600?l=spanish
4 comentarios
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19 junio, 2009 a 19:00
Daniel
Agradezco profundamente al Papa la oportunidad que nos brinda a todos los bautizados de apreciar el significado del sacerdocio y vivir coherentemente las consecuencias de esta percepcion. La solucion a la falta de vocaciones no es rebajar los requisitos para ser ministros ordenados. No es cuestion de celibato opcional. Tampoco de reducir el sacerdote a un funcionario del consejo parroquial. El sacerdote representa a Cristo-Cabeza. Es pastor por definicion. La solucion pasa por la oracion: «Rogad al Dueño de la mies que envie obreros a su mies» y por la restauracion de la familia…Los padres son los primeros y principales catequistas de sus hijos. Jesucristo no abandona la Iglesia. Por eso, tenemos certeza de que continua llamando hombres al sacerdocio. Esos hombres merecen nuestro apoyo, simpatia y afecto. Agradezco a Dios el hecho de conocer muchos seglares que tienen mas fe en el sacerdocio que los mismos sacerdotes. Tristemente, algunos sacerdotes tienen una forma de actuar que nos da a entender que no saben el tesoro que ellos suponen para la Iglesia. «No vivimos para nosotros mismos sino para Aquel que por nosotros murio y resucito». Que San Juan Maria Vianney nos devuelva una justa identidad sacerdotal entre los ordenados y entre los bautizados tambien.
22 junio, 2009 a 00:02
Víctor
Muchas gracias, Daniel, por dejar este comentario.
Vuelvo a resaltar la frase del santo cura de Ars que recuerda el Papa en esta carta porque me parece muy certera: “Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina”.
Oremos, de una forma más especial durante este Año Sacerdotal,
por los sacerdotes. Que sean fieles a Cristo y a su Iglesia.
Un abrazo, hermano!
29 junio, 2009 a 21:08
sed consolacion
Hemos querido acoger el servicio de la consolación, como recuerda San Pablo a las primeras comunidades en sus viajes apostólicos. De hecho su misión se identifica con la consolación de Dios a su pueblo, sintiéndose portador de un consuelo profundo que él proyecta en su ministerio. A imitación de María cada uno de nosotros debe mostrarse como el lugar de la consolación de Dios.
Los saludo de todo corazón y los invito a que visiten este sitio en la web: «Sed Consolación Jóvenes Misioneros», url: http://sedconsolacion.blogspot.com, para que juntos llevemos la consolación de Dios a todos los pueblos.
30 junio, 2009 a 21:41
Víctor
Este año es una oportunidad maravillosa que el Señor nos ofrece para tomar conciencia de lo importante que son nuestras oraciones para ayudar a nuestros sacerdotes, para alcanzar las gracias que necesitan para poder perseverar en su ministerio y para que puedan crecer en santidad.