En el tiempo de Pascua celebramos la resurrección de Jesús pero hacemos también memoria gozosa de los primeros tiempos de la comunidad cristiana. No fueron fáciles pero son el modelo sobre el que la Iglesia se ha mirado siempre y debe seguir mirándose hoy.
Aquella primera comunidad comenzó caminando un poco a ciegas. Todo era nuevo. No había respuestas preparadas. Los desafíos eran constantes. Los problemas muchos. En los Hechos de los Apóstoles se repite a menudo veces que les guiaba el Espíritu. Es verdad. Pero la presencia del Espíritu no significa que aquellos pioneros de la fe no se vieran obligados a enfrentarse a los problemas que iban surgiendo, a lidiar con ellos y a buscar soluciones creativas que estuviesen de acuerdo con lo que habían aprendido de Jesús.
La primera lectura de este domingo muestra una situación concreta de conflicto: las viudas de los discípulos de lengua griega no se sentían atendidas como las de lengua hebrea, punta del iceberg de un conflicto mayor entre los judaizantes y los griegos. Una situación de auténtica crisis comunitaria. Y la propuesta de una solución: la creación de los diáconos, un ministerio en la comunidad. Los diáconos se encargarían de la administración y distribución de los bienes de la comunidad entre los necesitados.
Al diálogo y la propuesta de una solución práctica, sigue la oración y la imposición de manos. Todo lleva su orden. Así avanza la comunidad. Así se va haciendo Iglesia. Así ha llegado el Evangelio hasta nosotros, hecho experiencia viva en las vidas de los creyentes.
Durante sus veinte siglos de historia la comunidad cristiana se ha ido encontrando con problemas, desafíos, conflictos internos y externos… Es normal. Pero hay un elemento crucial, una razón que explica que haya seguido viva, un punto de unión entre los creyentes que impulsa la unidad y facilita el diálogo: la memoria de Jesús. Expresado en los términos del Evangelio de este domingo: Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Jesús ha sido el Camino, la Verdad y la Vida de la comunidad cristiana y de cada uno de los creyentes.
Las miradas de los creyentes confluyen en ese único punto y en él encuentran la fuerza y la motivación para seguir caminando y hacer realidad aquí y ahora el reino que predicó Jesús, para predicar y vivir la buena nueva de la reconciliación. Que Jesús sea el Camino no significa que no haya que dar cada uno de los pasos. Pero él es el guía que nos orienta.
A lo largo de la historia de la Iglesia ha habido muchos creyentes, hombres y mujeres, laicos y ministros ordenados, que, desde su fe en Jesús, Camino, Verdad y Vida, han dado respuesta a los desafíos, problemas y conflictos que se iba encontrando la comunidad. En diálogo, no siempre fácil, con el resto de la comunidad. De algunos han quedado sus nombres. Son, por ejemplo, los grandes fundadores de órdenes y congregaciones religiosas. Otros han quedado en el anonimato y sus obras han sido más pasajeras aunque no menos valiosas en su momento. Todos han hecho realidad el Evangelio, lo han llevado a vida diaria.
Hoy, porque seguimos vivos, seguimos encontrando nuevos desafíos y problemas, nuevos conflictos. El Evangelio nos sigue invitando a dar respuestas concretas, a no quedarnos en la teoría. En la oración, la reflexión, el diálogo y el discernimiento comunitario será como iremos descubriendo las respuestas y las soluciones que nos vayan indicando el camino concreto a seguir. Siempre con la Palabra en el centro, como criterio último y definitivo.
En la comunidad cristiana los creyentes no deben tener miedo a los problemas. Y menos a las soluciones creativas que nos ayuden a dar respuestas concretas en el aquí y ahora de nuestro mundo. Igual que los apóstoles crearon el ministerio del diaconado para servir a los pobres, crearemos otros ministerios y servicios para dar respuesta a las necesidades que encontremos en el camino.
La comunidad cristiana es una comunidad siempre en diálogo, siempre en búsqueda, siempre al servicio de la construcción del Reino, siempre teniendo a Jesús como Camino, Verdad y Vida. Como dice la segunda lectura: “Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa”.
LECTURAS DEL V DOMINGO DE PASCUA (pulse abajo)
Primera Lectura:
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 1-7
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que el suministro diario no atendían a sus viudas. Los Doce convocar al grupo de los discípulos y les dijeron: -«No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos de la administración. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, los encargaremos de esta tarea: nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra.» La propuesta les pareció bien a todos y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo, a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Parmenas y Nicolás, prosélito de Antioquía. Se los presentaron a los apóstoles y ellos les impusieron las manos orando. La palabra de Dios iba cundiendo, y en Jerusalén crecía mucho número de discípulos; incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe.
Salmo:
Sal 32, 1-2. 4-5. 18-19
R. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas. R.
Que la palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R.
Segunda Lectura:
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 2, 4-9
Queridos hermanos: Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo. Dice la Escritura: «Yo coloco en Sión una piedra angular, escogida y preciosa; el que crea en ella no quedará defraudado.» Para vosotros, los creyentes, es de gran precio, pero para los incrédulos es la «piedra que desecharon los constructores: ésta se ha convertido en piedra angular», en piedra de tropezar y en roca de estrellarse. Y ellos tropiezan al no creer en la palabra: ése es su destino. Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.
Evangelio:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.» Tomás le dice: -«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? » Jesús le responde: -«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.» Felipe le dice: -«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Jesús le replica: -«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe¡ Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mi. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.»
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