Y entonces vio la luz.
La luz que entraba
por todas las ventanas de su vida.
Vio que el dolor precipitó la huida
y entendió que la muerte ya no estaba.
Morir sólo es morir. Morir se acaba.
Morir es una hoguera fugitiva.
Es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas;
ver al Amor sin enigmas ni espejos;
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos,
la Noche-luz tras tanta noche oscura.
José Luis Martín Descalzo
2 comentarios
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29 septiembre, 2008 a 01:42
Dorli
Qué alegría cuando la Luz y el Amor entran en nuestras vidas, borrando de golpe todo el dolor habido, las lágrimas derramadas, y el corazón encogido. ¡Bendito sea Nuestro Señor Jesucristo que reveló a los pequeños sus Grandezas y las ocultó a los sabios y entendidos!
30 septiembre, 2008 a 21:04
Víctor
Él nos salva por su Resurrección. Dios nos ha revelado en Jesús el camino que conduce al hombre a la Vida. Ese camino es el Amor, el que Cristo nos enseño con sus palabras, obras y con su sufrida entrega hasta la muerte.
Esto sólo lo «entenderán» los pequeños, los humildes de corazón, que saben poner su vida en manos de Dios. Los orgullosos, poderosos, soberbios… ya tienen su corazón lleno de otros dioses que rigen su vida, pero no la llenan.
No endurezcamos el corazón a Dios y a nuestros hermanos que nos necesitan!
Un abrazo.